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Un cuento de Nada Print E-mail

Es difícil imaginarse la Nada, ¿verdad?. Os diré cómo la imagino yo: como el cielo de una noche de invierno. Oscuro, vacío; todo lo más con un aire helador. Uys, no, que hemos dicho que no había nada, ni viento.

Es curioso, porque precisamente, de la Nada nació todo.Hace mucho, mucho tiempo, tanto que ni el tiempo se acuerda, porque no existía el tiempo.

Pero la Nada no puede existir mucho: a la Nada le entraron, de repente, unas ganas horrorosas de estornudar. Y eso, no puede aguantarse mucho. Se hinchó, conteniéndose, hasta que la salió una nariz enorme, y unas manos con que tapársela, pero...¡Achússs!

Nada estornudó, y un enorme torbellino la envolvió y la hizo girar como una peonza, la más grande que hayáis visto.

Cuando abrió los ojos, porque ya tenía ojos, vio que ya estaba allí el cielo. Sus ojos son la luna y el sol, ya puestos, Nada se hizo un ojo de cada color. Y se dio cuenta de que era muy poderosa: con sólo pensarlas, creaba cosas. Pero Nada no sabía cómo eran las cosas, porque no había cosas.

  • Um, tengo sed- dijo Nada, y mientras hablaba, surgió el viento de su boca.
  • Hola, Nada. Extraño nombre el tuyo-dijo el Viento.
  • Hola, ¿Tú no tienes nombre?-contestó Nada
  • Bueno, soy Viento, puedes llamarme cómo quieras. Y yo puedo hacer que llueva, si tienes sed.
  • ¿Lluvia? ¿qué es eso?
  • Espera y verás

Y el Viento sopló sobre su mano, y en vez de un escalofrío, surgió una nube, y la lluvia.

Cuento enviado por Paz López Aguinaga

 
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