Un cuento de Nada |
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Es difÃcil imaginarse la Nada, ¿verdad?. Os diré cómo la imagino yo: como el cielo de una noche de invierno. Oscuro, vacÃo; todo lo más con un aire helador. Uys, no, que hemos dicho que no habÃa nada, ni viento. Es curioso, porque precisamente, de la Nada nació todo.Hace mucho, mucho tiempo, tanto que ni el tiempo se acuerda, porque no existÃa el tiempo. Pero la Nada no puede existir mucho: a la Nada le entraron, de repente, unas ganas horrorosas de estornudar. Y eso, no puede aguantarse mucho. Se hinchó, conteniéndose, hasta que la salió una nariz enorme, y unas manos con que tapársela, pero...¡Achússs! Nada estornudó, y un enorme torbellino la envolvió y la hizo girar como una peonza, la más grande que hayáis visto. Cuando abrió los ojos, porque ya tenÃa ojos, vio que ya estaba allà el cielo. Sus ojos son la luna y el sol, ya puestos, Nada se hizo un ojo de cada color. Y se dio cuenta de que era muy poderosa: con sólo pensarlas, creaba cosas. Pero Nada no sabÃa cómo eran las cosas, porque no habÃa cosas.
Y el Viento sopló sobre su mano, y en vez de un escalofrÃo, surgió una nube, y la lluvia. Cuento enviado por Paz López Aguinaga |
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